domingo, 18 de mayo de 2008

EL DERECHO A LA CIUDAD REVISITADO

La ciudad como organización física de la coexistencia

Por Artemio Baigorri

Conferencia en la Escuela Técnica Superior de Arquitectura de Madrid, noviembre 1995

Se me ha encomendado un difícil labor; nada menos que responder a una pregunta tan dramática como la siguiente: '¿Por qué hay que salvar la ciudad?'.
Sin duda desde la arquitectura, desde la dinámica de sistemas, la economía o la ecología la ciudad ha sido ya condenada.
Y ahora se pregunta al sociólogo: ¿pero acaso alguna utilidad social justifica la pervivencia de la ciudad?. ¿Acaso los urbanitas merecen ser rehabilitados, o deben ser renovados?. Como en aquel encargo de Yahvé a su profeta: '¿pero acaso hay algún hombre justo?' . Yo podría contestar sencillamente con unos versos de Walt Whitman, el poeta del hombre corriente y de la Naturaleza:

"¡Las formas más importantes surgen!
Las formas totales de la Democracia, el producto de siglos,
Formas que proyectan siempre otras formas,
Formas de las ciudades turbulentas y viriles,
Formas de los amigos y de los hombres hospitalarios del mundo entero,
Formas que vigorizan a la tierra y se unen indisolublemente con la tierra entera"


Este sencillo poema encierra todo lo que yo voy a exponer durante una hora.
Es la mejor respuesta frente a los profetas del apocalipsis, que querrían reducir a cenizas las ciudades. Whitman recorrió los campos y ciudades de la América que se convulsionaba, que modificaba profundamente sus estructuras económicas y sociales, encaminándose hacia la sociedad industrial; que recibía sucesivas oleadas de gentes de allende los mares, encaminándose hacia el mosaico multicultural que es hoy; que desarrollaba el sistema más democrático
entonces conocido, como descubrió Tocqueville; que se encaminaba en suma a convertirse en la primera potencia mundial. Y allí donde fue el poeta encontró hombres y mujeres luchando por adaptarser a aquel mundo cambiante, esforzándose por construir un mundo nuevo. Percibió con extremada sensibilidad cómo esas ciudades, "turbulentas y viriles" (no creo haber leído nunca una descripción sociológica más rica, en tan sólo dos palabras, de la ciudad industrial),
contenían no sólo ese "bello producto de siglos", la Democracia, y la capacidad de crecimiento permanente (las "formas que proyectan otras formas"), sino asimismo la hospitalidad hacia el extranjero, e incluso la capacidad de "vigorizar la tierra". Habrían de pasar casi cien años para que Jane Jacobs propusiese que en la ciudad está el origen, y aún la base actual, del desarrollo de la agricultura, y no al contrario. Y todavía hoy no termina de entenderse que la protección misma de la Naturaleza tiene su justificación -y su principal sosténen las ciudades. Naturalmente, Walt Whitman observaba a las gentes, y no las teorías sobre la gente. Y describía la tierra de la eterna frontera, no el imperio omnipresente y esclerótico que hoy conocemos.
Los sociólogos, sin embargo, hacemos más caso de las teorías sobre la gente que de la gente misma. Y el mundo que hoy nos interesa seguramente tiene mucho de aquélla América en construcción (o en reconstrucción, pues se estaba construyendo una nación sobre las ruinas de otros pueblos), pero es esencialmente otro, extremadamente más complejo y difícil de aprehender en unos sencillos versos. Estamos precisamente en un momento tan confuso, y de
cambio tan acelerado, que los conceptos y teorìas que expliquen nuestra relación con el espacio están por hacer, como están por nacer los poetas de la realidad virtual.
Por eso tan sólo voy a apuntar las que considero cuestiones fundamentales en torno a ese espacio físico de la coexistencia sobre cuya recuperación nos preguntamos.
Sobre ello yo mismo me vengo interrogando desde hace tiempo; pero no tengo una respuesta que dar, sino como mucho la simiente de nuevas preguntas. Tal vez en el coloquio podamos responder entre todos a algunas de ellas.
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